Mi miró con sus dos preciosas gemas, sonrió, vi como apretaba los labios quizás para no permitir la prisa en la respuesta y dijo:
—No…, bueno sí, tengo cosas que hacer… —dudó unos segundos— pero puedo hacerlo por la mañana así la tarde la tendré libre.
Lo dijo de corrido y me dio la sensación de que, a la frase, le faltaba la puntuación, como si hubiera olvidado los puntos y las comas en un escrito.
Después de aquel día ya no nos separamos nunca. Unos meses después nos casamos. Nos nacieron cuatro hijos, dos varones y dos hembras. Fuimos muy felices aun con todas las dificultades y problemas que la vida lleva consigo. Luego, con el paso de los años, volvimos a quedarnos solos y nos gustaba recordar aquel primer desayuno cuando nos conocimos.
Ahora la tenía frente a mí con una tostada de mantequilla y mermelada de arándanos en el plato. La cafetería estaba llena pero nosotros siempre podíamos sentarnos a la misma mesa, la que estaba cerca del ventanal desde donde se divisaba el jardín de la Residencia para enfermos de Alzheimer.
Le limpié con la servilleta de papel una mota de mermelada que le había quedado junto a la boca, sonrió y me miró con aquellas dos gemas sin brillo que ahora eran sus ojos. Pasaría el día con ella, a su lado, en silencio. Ella no recordaba nada, yo, cuando la miraba, ahora tan ausente, recordaba aquel primer desayuno, cuando nos conocimos...
*****************
*Para seguir el trabajo de Magda R. Martín, podéis visitar sus blogs o en Letras y algo más:
http://secretosdescubiertos.blogspot.com/
http://quisicosasdemagda.blogspot.com/
http://www.letrasyalgomas.com/forum